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La corrosión galvánica
Fuente: División de Siniestros

La corrosión galvánica

El empleo de ánodos de sacrificio, generalmente de zinc, es una práctica habitual en la construcción y mantenimiento de embarcaciones náuticas. Estos ánodos se utilizan para proteger de la corrosión galvánica las partes metálicas de las embarcaciones que permanecen en contacto con el agua. Dicha corrosión afecta al casco y a los apéndices, motores y conducciones metálicas, incluso a aquellas partes que están en el interior de la embarcación.


El fenómeno de la corrosión se define como la destrucción o deterioro quí­mico o electrolíico de un material, preferentemente metálico, por la reacción con el medio que lo rodea, y viene dado por la tendencia que tienen todos los metales por volver al estado en que se encuentran en la naturaleza, esto es, en forma de óxidos, hidróxidos y sales. 

La corrosión electroquímica es la que tiene lugar en los metales cuando están en contacto entre ellos o unidos por medio de un conductor de la corriente, llamado electrolito, que en el caso de las embarcaciones náuticas será el agua (el agua del mar conduce mejor la electricidad que el agua del rí­o debido a que las sales que transporta disueltas aumentan su conductividad).


El efecto de la galvanización, nombre recibido en honor del cientíico italiano Luigi Galvani, define a la electricidad desarrollada por contacto de dos metales diferentes, generalmente el cobre y el zinc, sumergidos en líquido. A la descomposición química producida por esta corriente se la denomina electrólisis. Al cuerpo capaz de descomponerse por la acción de la electrólisis se le llama electrolito, y a los conductores que sirven para la entrada y salida de corriente se les denomina electrodos.


Al paso de la corriente, los iones que se encuentran en el electrolito se dirigen a uno u otro electrodo según sea su carga. Los que tienen carga positiva, llamados cationes, se dirigen al cátodo o electrodo cargado negativamente y, al revés, los cargados negativamente, llamados aniones se dirigen al ánodo o electrodo cargado positivamente. Este hecho ocasiona la descomposición del electrolito, en este caso el agua, de modo que se descompone en oxí­geno e hidrógeno, y aparecen otros elementos o compuestos disueltos en el líquido. 


Los metales de los barcos o de las instalaciones portuarias desarrollan este fenómeno por el simple hecho de estar sumergidas en el agua. La diferencia de potencial existente entre los distintos metales hace que, inevitablemente, uno de ellos actúe como ánodo. Cuanto más bajo sea el potencial de un metal, más rápidamente será corroí­do o disuelto y, al mismo tiempo cuanto mayor sea la diferencia de potencial existente entre dos metales, mayor será la corrosión galvánica producida entre ellos, resultando siempre perjudicado el que tiene el potencial mucho más bajo (Esta corrosión puede producirse en una misma pieza debido a que las aleaciones no sean homogéneas).


Ánodos autosacrificantes

De cara a evitar la corrosión uno de los sistemas más utilizados es la incorporación en las embarcaciones de ánodos galvánicos de sacrificio, es decir, piezas de bajo potencial, para que se disuelvan antes que las partes que deseamos proteger. Estas piezas deben colocarse a la vista en contacto directo con el metal a proteger, y deben ser fá¡cilmente sustituibles. Deberán ser sustituidas en cuando presenten un desgaste superior al 50% de su tamaño.


Serie galvánica para metales en agua de mar
Metal Voltios
Magnesio puro -1,75
Aleaciones de magnesio -1,60
Aluminio puro -0,80
Acero galvanizado -0,5 a -0,8
Hierro fundición -0,50
Plomo -0,50
Bronce de silicio -0,18
Plata 0,0

 














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